jueves, 4 de septiembre de 2008

Memoria histórica


Pensamos gracias a lo aprendido; porque tenemos recuerdos y experiencias del pasado para vivir el presente y planificar el futuro. Un cerebro hueco, una mente vacía de emociones y paradigmas vividos y situaciones para recordar es lo más cercano a la muerte. Lo olvidado no existe. Recordar, explorar en la memoria no implica (o no debería implicar) necesariamente hurgar en el rencor o alimentar enemistad. Se puede perdonar, admitir, aceptar; incluso comprender. Pero nunca olvidar. Es la memoria y el recuerdo lo que construye una vida y nos hace libres para elegir y discernir entre situaciones comparadas.

Y está el derecho a saber. A conocer. Y está el “sagrado” y “laico” derecho que orbita en la esfera de lo íntimo de dar “cristiana” y “laica” sepultura a la memoria individual que supone un padre o un abuelo; un familiar perdido en el olvido, es decir, muerto. Abandonado en la fosa común de la desazón y la incertidumbre.

Por eso no comparto la opinión de algunas personas y colectivos y las trabas que ponen al desarrollo de la ley de memoria histórica que en cualquier caso no es más que un intento de recuperación de un examen suspendido: el de la dignidad. No comparto el deseo de impedir la reparación de un error histórico que pretenden esconder de la memoria. Que pretenden enterrar en el olvido. ¿O acaso creen que borrando huellas borran el recuerdo? ¿No comprenden que esta ley no busca culpables; que solo intenta reconstruir corazones rotos? ¿Que es una justa manera de procurar descanso eterno?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tiene usted razón. Y le añadiré una reflexión personal. El PP, que aunque puede que no sea heredero sí al menos cobija en su seno al franquismo sociológico (http://ulises3000.blogspot.com) y a la parte de la Iglesia Católica española más reaccionaria - que paseó al dictador bajo palio, mientras éste "paseaba" a sus "enemigos" por las cunetas de esa España rancia y retrógrada que creó -, sí tiene una herida y muy profunda que no quiere abrir más aunque tampoco puede cerrarla del todo, porque al mismo tiempo que le escuece lo alimenta. Por eso saltan como gatos panza arriba en cuanto oyen nombrar a su "padre espiritual", el Generalísimo.