jueves, 20 de diciembre de 2012

La advertencia

Alfonso Guerra González, hombre de pensamiento y formación marcadamente humanistas tiene por costumbre felicitar las fiestas navideñas con textos que ilustran lo que acontece y/o puede acontecer en cada momento. Este año lo hace con La advertencia, una breve carta del filósofo alemán Johann Gottfried von Herder en la que alerta de algunos peligros que, desgraciadamente, vuelven a estar de actualidad. Pareciera que estamos condenados a cometer los mismos errores de forma cíclica. Como si estuviesen insertos en nuestro adn.

Por su interés, actualidad y brevedad me permito compartir el texto. Ojalá algún día, definitivamente, apartemos ese terrible error de consecuencias tan graves, y lo desterremos al recuerdo (que no al olvido) para que nunca jamás vuelva a repetirse.

La advertencia (Johann Gottfried von Herder)



Por desgracia, sabemos que en el mundo hay pocas cosas más contagiosas que la locura. Debemos investigar la verdad laboriosamente y mediante razones, pero aceptamos la locura sin apenas percatarnos y solo por imitación, o por efecto de la sociabilidad, cuando convivimos con un loco y participamos de buena fe en la parte cuerda de sus ideas.

La locura se contagia igual que el bostezo, de la misma manera que los rasgos físicos o los estados de ánimo pasan de unos a otros, como una cuerda responde y corresponde a otra armónicamente. Si añadimos a esto el cuidadoso esfuerzo que lleva a cabo el loco para confiarnos sus opiniones predilectas como si se tratara de un tesoro, y si encima el loco sabe comportarse educadamente, ¿quién no compartirá con toda inocencia la locura de un amigo simplemente por complacerle y luego aceptará y transmitirá a otros esa creencia?

Los seres humanos vivimos unidos gracias a nuestra buena fe y gracias a ella hemos aprendido, si no todo lo que sabemos, sí lo más provechoso. Además, ¿no suele decirse que los locos no mienten? La locura, en tanto que es locura, necesita participar en sociedad; la locura se crece en sociedad dado que en sí misma no tiene ni base ni certeza. Para alcanzar sus propósitos se sirve hasta de la peor de las sociedades.

La locura nacional es todavía más terrible. Lo que ha echado raíces en una nación, lo que un pueblo aprecia y reconoce, ¿cómo no va a ser verdadero? ¿Quién podría dudarlo? El lenguaje, las leyes, la educación, la manera cotidiana de vivir, todo lo consolida e insiste en lo mismo. Aquel que no comparta la locura nacional es un idiota, un enemigo, un hereje, un extranjero. Si además, como suele suceder, esa locura es cómoda o beneficiosa para grupos sociales concretos, muy especialmente los más distinguidos, o incluso beneficiosa para todos (según suele decir la locura misma), si la han cantado los poetas y la han publicado los filósofos, y en fin, si la opinión popular proclama que justamente esa locura es la gloria total de la nación, ¿quién les llevaría la contraria? ¿Quién no optaría, aunque solo fuera por cortesía, por sumarse a ella?

Incluso las dudas que podría provocar una locura contraria no hacen sino consolidar la ya aceptada, pues los caracteres de los pueblos, las sectas, los estamentos y las gentes chocan unos con otros y por eso las personas buscan un acuerdo común. De este modo la locura se convierte en el auténtico escudo nacional, así como en blasón estamental o estandarte gremial, según los casos.

En verdad que es terrible cómo se aferra la locura a las palabras tan pronto como queda impresa en ellas con toda su fuerza. Un reputado jurista llegó a decir que hay un conjunto de imágenes dañinas unido a la palabra “sangre”: “limpieza de sangre”, “justicia de sangre”, “sed de sangre”... A las palabras “herencia”, “posesión”, “propiedad” les sucede lo mismo. Palabras y signos que no tenían en sí ningún significado fueron adoptados por los partidos políticos y con una locura contagiosa trastornaron mentes, destruyeron amistades y familias, asesinaron personas y arrasaron países y naciones. La historia está llena de esos nombres demoníacos y podríamos escribir con ellos un diccionario de la locura que daría cuenta de los más veloces cambios y los más drásticos contrastes.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Hablar es (o debería ser) más fácil



Tendemos con demasiada frecuencia a inventar palabras y usar giros expresivos hasta adoptar jergas que nos distingan como gremio, clase social o grupo. Así la jerga (algunos prefieren hablar de lenguaje para darle más enjundia) jurídica, médica…, periodística, política… Ahí nos sentimos como “peces en el agua.” Es nuestro círculo. Allí donde no puede entrar cualquiera. Donde las invitaciones se reparten con “cuenta gotas” a unos pocos elegidos que “comprenden y aceptan.”

 Esto, en mi opinión, es una costumbre excluyente. Válida quizá (que nunca justificable) para tiempos pretéritos en los que el conocimiento era “exclusivo” y compartido por unos pocos; pero de corto recorrido o al menos dudoso en momentos de transferencia vertiginosa de conocimiento al alcance de un click. No hay nada más estúpido en comunicación, salvo que solo pretendas comunicarte contigo mismo y poco más, que utilizar códigos enrevesados y de dudosa interpretación. Esa manía de esconder las palabras en las “palabras” no consigue otra cosa que separar en lugar de unir. Que sospechar en lugar de creer. Es un estar siempre a la defensiva defendiéndonos de algo o de alguien que damos por sentado que nos va a arrebatar aquello que consideramos propio.

 Esta actitud en la mayoría de las ocasiones es, también, una debilidad y, sobre todo, una muestra de desconfianza e inseguridad en nuestras destrezas y capacitaciones. Las palabras las hicimos para entendernos, para conversar, para conocer y para interpretar la realidad (y la ficción). Con esta costumbre extendida hace ya mucho tiempo que la frase “no me entiendes” la entendemos perfectamente: significa “no quiero que me entiendas”. Si ese es el fin último, si no queremos o no nos interesa hacernos entender, es una pobre excusa, hoy, utilizar el “no me entiendes” de forma, incluso, despectiva. Sobre todo cuando el “no me entiendes” o “no me has entendido” oculta y conlleva “otras intenciones”.

¿Os acordáis cuando de pequeños anteponíamos “chi” a cada sílaba de cada palabra para que no supiesen los de la otra calle de qué estábamos hablando? ¡Claro que ellos también hacían lo mismo!

Chipu chies chie chiso. No sé si me explico.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Precariado

 
A veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Esta paremia se usa con frecuencia para alertarnos de que, en muchas ocasiones, volcar nuestra atención en el detalle nos impide observar y, por tanto, analizar un problema en su conjunto. Vivimos tiempos complejos, porque así los hemos hecho, que, en mi opinión, requieren actuaciones más bien simples, valientes, directas y contundentes. Ya está bien de marear la perdiz. De envolver la mala fe y la intención en celofanes interesados, cargados de ideología disfrazada. Cada medida, cada acción que este gobierno pone encima del BOE tiene una finalidad meticulosamente calculada y planificada desde hace décadas: desmantelar el frágil sistema de igualdad de oportunidades, el acceso universal a unos servicios, a unos deberes y unos derechos que, por naturaleza, nos pertenecen a todos los seres humanos.

 Ha emergido una realidad escondida de la globalización que es ya plenamente visible. Millones de personas que carecen, porque  se les ha desposeído, de todo anclaje de estabilidad. Desempleados y trabajadores que se encuentran en situación de precariedad prolongada a consecuencia de su bajo nivel de ingresos y con una desoladora incertidumbre sobre su futuro laboral y vital; compartiendo ira y desencanto, ansiedad y alienación.   



 Esto que se identificó primero en los jóvenes, los más y mejor preparados de nuestra historia, con su manifiesta desafección por una clase política que no supo dar respuesta a sus expectativas laborales y vitales, ha entrado ya de lleno en una población adulta desempleada, empobrecida y de cierto futuro incierto. Y amenaza con instalarse definitivamente si no somos capaces de rearmar nuestra voluntad y nuestra conciencia de recuperar la dignidad perdida.

Corremos el peligro de ser, de nuevo, abono y pasto de oportunismos, populismos y extremismos de nefastas consecuencias. No hay más que asomarse a la historia.

Vivimos tiempos complejos que requieren actuaciones simples, claras, contundentes. No callar, no asentir, no temer, no transigir. Reaccionar una sola y definitiva vez para tomar las riendas de la proacción. Ya sé que esto requiere mucho esfuerzo. Pero estoy convencido de que no necesita mayor esfuerzo que el que, para hundirnos,  han empleado los que nos han hundido. ¡Y miren qué bien les ha ido!

Unos pocos decidieron hace tiempo quedarse con todo. Los que somos más tenemos el deber de recuperarlo y distribuirlo. Las alarmas están encendidas. No permitamos que los árboles no nos dejen ver el bosque.


lunes, 12 de noviembre de 2012

La muerte tiene un precio. ¿Cuánto vale la vida?





Hace mucho tiempo que mucha gente, personas, familias enteras se quedaron sin un derecho constitucional reconocido y un derecho, sobre todo, de justicia natural. Ha hecho falta, ¡otra vez!, que una parte de esa gente, algunas de esas personas, en su infinita tristeza y desesperación se hayan quitado la vida para que se vislumbre un atisbo leve de reacción ante los desahucios desalmados y rastreros que aplican a diario los mismos señores de chistera y puro que, unos años atrás, nos colmaban de monedas y bienaventuras. Esos que nos animaban, con sonrisas amarillas, a obtener un derecho constitucionalmente reconocido y, sobretodo, de justicia natural: un lugar donde vivir, una vivienda digna.

Mucho me temo que la reacción (¡siempre andamos reaccionando!, ¿no aprendimos la palabra proacción?) política no va a suponer más que una tirita en la herida profunda. Mucho me temo que esa tirita tamizará el interés informativo de la opinión publicada sobre los dramas venideros. Tampoco creo en el anuncio oportunista de la AEB (Asociación Española de la Banca) de paralizar las ejecuciones sumarias (hipotecarias dicen ellos) por un periodo de dos años en casos extremos de tanta gente indefensa.  ¿No es extremo el caso de quedarte sin lugar donde vivir?¿Cuánta cicuta concentrada habrá en la letra pequeña de ese anuncio? ¿Cuánto interés, cuántas clausulas suelo para volver a engañar? Hay cuestiones que, por tarde, nacen obsoletas, injustas, insuficientes…

No les creo. ¿Por qué habría de creerles ahora? Estamos viendo que la muerte tiene un precio. ¿Cuánto valdrá la vida? 

martes, 1 de mayo de 2012

El silencio del bombero




José Antonio Monago Terraza (Quintana de la Serena, Badajoz, 10 de enero de 1966) alcanzó la Presidencia de la Junta de Extremadura, con el apoyo implícito de Izquierda Unida, en julio de 2011. En esos días se publican los datos de la Encuesta de Población Activa. El recién investido presidente se enfrenta a la cruda, aunque ya conocida (fue su eje central de campaña), realidad: en Extremadura hay 114.800 personas sin trabajo. 114.800 dramas personales.

Tras una campaña electoral centrada en las cifras de paro mencionadas como reproche a su oponente principal, el socialista Fdez Vara, Monago promete empleo (eslogan de campaña: “lo primero el empleo”), salida de la crisis solo con su presencia y la de su partido, y crecimiento económico.

 Con este argumento central (sin entrar en matices conocidos de situación económica nacional y global, drásticas medidas tomadas por el gobierno central socialista pocas semanas antes de las elecciones autonómicas, etc.) Monago obtiene 32 diputados en la Asamblea de Extremadura, frente a 30 del PSOE y junto a 3 de IU.


Todo va a cambiar. Comienza una nueva era en Extremadura. Lo primero: el empleo. Por el cambio. Dos frases. Dos palabras clave. Dos ideas fuerza. Cambio y empleo. Seguramente muchos ciudadanos votan esta opción con credulidad y convencimiento. También con castigo (a veces el ratón vota al gato por despecho a los ratones), con desilusión y con ese punto de frustración que tanto nos cuesta reconocer en algunas ocasiones. Esas ocasiones en las que pensamos que la exigencia se hace efectiva alineándonos con el lejano en lugar de influir en el cercano.

Todo va a cambiar. Cambia el nombre de las instituciones, los logotipos, la ubicación de los escaños en el “nuevo parlamento”. Cambian las webs de la Junta de Extremadura (que ahora es Gobierno de Extremadura) y de la Asamblea de Extremadura (que ahora es Parlamento de Extremadura).

Y el ratón no tiene queso que roer. El gato no se conforma con sus sardinas. Quiere también el queso del ratón.

Nueve meses después del cambio anunciado, el cambio es más cambio. El cambio se traduce en 158.500 dramas personales. 43.700 personas más sin empleo. El cambio es un tercio de la población en situación límite, en un invierno oscuro, de noches al raso con temperaturas bajo cero…

La profesión de bombero es, seguramente, una de las más abnegadas y reconocidas en la sociedad. Supone arriesgar tu vida para salvar otras vidas. Es estar, permanentemente, al servicio de los demás. Del otro. Del que te es cercano o lejano; igual da. Del ejercicio de esta profesión el Presidente de la Junta, perdón, no me acostumbro, del Gobierno de Extremadura ha sacado ( o ha querido sacar) buena ventaja política y personal. Anunciándose y ofreciéndose como uno más, como un par inter pares. Como el que, llamado por una urgencia, viene a apagar el fuego de la desolación de una región estancada y desorientada. Han pasado los días y los meses…, y no parece que haya oído el timbre de enfundarse el casco y deslizarse por la barra de las soluciones prometidas. Bien al contrario. En su silencio, en su inacción, en su indolencia está hurtando la capacidad y los sueños de una ciudadanía que necesita imaginar un futuro mejor. Un futuro conseguido a base de esfuerzo personal y colectivo, de colaboración y de transferencia de conocimiento. De escuchar y de compartir. Ha pasado de poder ser un primus inter pares a convertirse en un huidizo gobernador de ínsula barataria que es, con su NO gobierno, en lo que está convirtiendo a Extremadura.

A Guillermo Fernández Vara se le podrán achacar cifras de paro, errores de cálculo o bisoñez en sus cuatro años de gobierno. Pero creo que nunca nadie podrá reprocharle su honradez, su coherencia y su valentía ante los acontecimientos. Nunca se escondió detrás de portavoces ni vicepresidentes. Y es que cuando las cosas vienen mal dadas es cuando hay que demostrar el liderazgo, la implicación y el compromiso. Es cuando hay que dar la cara. Directamente y sin intermediarios. Para que te la partan si es preciso. Lo contrario es cobardía o prepotencia. Dos malas palabras y peores actitudes.

Cuando se dedican años de esfuerzo, personal y colectivo, en torno a una idea y una persona para abanderar el destino de un pueblo, y al final se alcanza el objetivo…, hay que esforzarse por no frustrar las esperanzas… Cuando alguien llama a los bomberos no creo que espere al bombero torero. Quiere que lleguen los bomberos…, quiere oir las sirenas que arreglen sus problemas. Quiere que hablen los bomberos.

jueves, 19 de abril de 2012

¿Izquierda Urdida?





 En la misión de una organización política debería estar grabado en lugar bien visible su vocación de ser instrumento útil de transformación de la realidad, de mejora de las condiciones de vida de la sociedad. Para esto, el objetivo me parece bien claro: trabajar por ser opción de gobierno. Y el camino para lograr ese objetivo debiera estar transitado por la coherencia entre ideario y comportamiento. Entre lo que se dice y lo que se hace. Lo contrario sería manipular las reglas de juego. Jugar con cartas marcadas.

Si bien es cierto que el damnificado principal y último de la incoherencia (tarde lo que tarde) es el propio incoherente, no es menos cierto que puede arrostrar, en su debacle, lamentables, y difíciles de reparar, daños colaterales.

Esto es, en mi opinión, lo que Izquierda Unida está haciendo en Extremadura. Y trataré de argumentarlo.

En las elecciones autonómicas de mayo de 2011 el escenario parlamentario de la región extremeña sufrió un cambio sustancial aun cuando la fuerza política*  que obtuvo mayor apoyo continuó siendo la izquierda. Así, el reparto de escaños en la Asamblea de Extremadura quedó en 32 para el Partido Popular, 30 para el Partido Socialista Obrero Español y 3 para Izquierda Unida.

Atendiendo al posicionamiento sociológico de los extremeños, es decir, a como respondemos a la pregunta: en una escala de 1 a 10 (de izquierda a derecha), ¿en qué posición se sitúa usted? (ver pregunta 22), e interpretando la voluntad de los electores, esto nos llevaría a pensar que lo “natural” era que la composición del gobierno de la Junta de Extremadura correspondería a la fuerza política más votada con representación parlamentaria, esto es, a los partidos PSOE e IU (el PP fue el partido político más votado, no la fuerza política más votada).

Pero no fue así, por cuanto Izquierda Unida, en libre traducción de democracia representativa, optó, por omisión, entregar la voluntad de sus electores de izquierdas a un partido de derechas. O lo que es lo mismo, decidió que la propuesta de izquierdas con la que concurrieron a las elecciones y respaldaron los electores con 3 diputados, estaría mejor defendida por un partido que concurrió a las elecciones con una propuesta de derechas.

Que esta decisión es legal: cierto. Que consultaron la decisión a sus militantes: cierto. Que Izquierda Unida tiene 37.000 militantes en Extremadura: incierto. 37.000 fueron los votos obtenidos en las autonómicas, no el número de sus militantes.

Es cierto también que en las elecciones generales de noviembre de 2011 Izquierda Unida aumenta 700 votos con respecto a los que obtuvo en mayo 2011 (y 17.000 con respecto a las generales de 2008. Los sabios dicen, yo creo que un poco interesadamente, que no conviene comparar elecciones generales con autonómicas).  ¿Se puede interpretar como refuerzo del electorado al apoyo para que gobernara el PP? Izquierda Unida así lo hace. Yo tengo mis dudas.

Pero también es cierto que en el tiempo transcurrido desde mayo de 2011 hasta ahora la situación personal y colectiva de los extremeños ha empeorado exponencial y alarmantemente. ¿Es esta situación consecuencia directa del apoyo, cada vez más explícito, de Izquierda Unida al PP y sus políticas de derechas? En su totalidad seguramente no. En gran parte sí, por cuanto, con su consentimiento (en una actuación que pasará a la historia como teatro de marionetas), Izquierda Unida apoyó un presupuesto de derechas, responsable directo de lo que pasa ahora con nuestras vidas. Y continúa apoyando, en la actualidad, todos los pasos que desde el gobierno central se dictan en torno a amnistías fiscales, repagos farmacéuticos y sanitarios…, por cuanto no está alzando una voz clara de oposición en la región extremeña.

En Extremadura, Izquierda Unida está representando un papel de comparsa en las formas, y de cooperador necesario en el fondo de las políticas claramente de derechas que el gobierno del PP está aplicando, y que están rompiendo el frágil equilibrio de solidaridad y justicia social. Está siendo cómplice, en contradicción con sus principios ideológicos, de la situación actual y el deterioro futuro de ésta de la ciudadanía extremeña.

Sus argumentos consentidores se amparan en, según ellos, una larga y mala gestión del Partido Socialista extremeño en el gobierno de la región. Es decir, un partido de izquierdas, descontento con las políticas de otro partido de izquierdas, apoya a un partido de derechas con políticas de derechas. Raro o, cuanto menos novedoso. Otro argumento esgrimido por parte de IUExtremadura es que el PSOE hizo política de derechas. Como activo de campaña electoral se puede entender. Como justificación para apoyar a un partido realmente de derechas no parece muy consistente. En mi opinión, Izquierda Unida de Extremadura hubiese sido verdaderamente útil apoyando a un partido de izquierdas y exigiendo políticas de izquierdas.

Por todo esto creo que, con su actuación, Izquierda Unida de Extremadura deja patente que no tiene vocación de ser instrumento útil de transformación de la realidad (para mejorar) de sus votantes. Con su actuación, Izquierda Unida de Extremadura (por mucho que pretenda empaparse de, y abanderar, movimientos sociales) coadyuva a la desafección de la ciudadanía para con la política y la participación activa en la misma, al desencanto y a la indolencia. Con su actuación, Izquierda Unida de Extremadura ha opuesto los caminos de su ideario, de su discurso y su comportamiento. Con su actuación, Izquierda Unida de Extremadura le ha pegado un tiro en el pié a la coherencia. Con su actuación, Izquierda Unida de Extremadura está siendo cómplice de un gobierno de derechas del que ya tenemos una certeza: nos miente. Y ser partícipe de una mentira se hace por ignorancia o por interés particular.

Esta Izquierda Unida de Extremadura cada vez se parece más a una izquierda urdida.

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Fuerza política: Las fuerzas políticas son, desde el punto de vista de los estudios de la Sociedad política y sus Instituciones, todas aquellas formaciones sociales que tienden a establecer, mantener o transformar el orden jurídico fundamental en lo relativo a la organización y ejercicio del poder, según una interpretación ideológica de la sociedad.

martes, 24 de enero de 2012

Donde habita el olvido




Ríos de tinta, inabarcables e interminables halagos a lo largo y ancho de este mundo adornan el modelo de transición a la democracia que vivimos los españoles a la muerte del dictador. Fuimos capaces, gracias a la altura de miras (expresión que por repetida vació su contenido), de pactar una convivencia en paz sin disparar una sola bala política. No tuvimos nuestro asalto a la Bastilla. Optamos por una reforma en lugar de una ruptura. Nos pusimos a reformar la dictadura en lugar de romper con ella. Con algunas de sus formas y con muchos de sus símbolos. Y con una consigna infame de olvidar y de tapar. De cavar una fosa sin memoria que impidiera exhumar los recuerdos y los lazos de tantos españoles. No se cerraron heridas. Pusimos tiritas sin poner puntos en heridas demasiado profundas e injustas que alimentaron frustraciones durante demasiados años. Durante tantos años. Cuarenta años de infierno no se pueden olvidar con solo darles la espalda. No al menos mientras la dignidad de los vencidos siga prisionera del puño de los vencedores.
 
Ahora asistimos al vergonzoso espectáculo internacional de sentar en el banquillo a un juez que, aplicando la ley, tiene la “osadía” de abrir investigación sobre crímenes de la dictadura. El mundo entero nos observa atónito e incrédulo. No se puede entender que un país del primer mundo, desarrollado social y económicamente; un país que ha conquistado avances de libertad, igualdad y de no dominación continúe dominado por aquellos vencedores. No se puede entender esto sin conocer que aquel paso de un régimen dictatorial a un sistema democrático, tan modélico, tan pacífico llevaba un pacto de subyugación y miedo que los herederos de los años negros se encargan de vigilar y recordarnos cada día de nuestras vidas.
No tuvimos nuestro asalto a la Bastilla. No rompimos el pasado. Nos limitamos (quizá nos limitaron) a reformarlo. A reformarlo con condiciones, con letra pequeña, con clausulas suelo. Continuamos sin ser un país de personas libres e iguales. Donde habita el olvido quiere hurtarse la memoria.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Cuento de navidad





“Soñar un sueño fue nuestro destino…, pero quién puede ya hoy ni hasta soñar que está soñando un sueño”. (R. Alberti).

Érase una vez el deseo de abrazar un sueño colectivo. Una propuesta de comunión entre diversos. De compartir una ilusión arraigada en valores robustos e inmutables de solidaridad y de progreso, asentados en un concepto universal de ciudadanía y libertad que anhelaba construir su futuro a partir de la hermosura de frases como “nosotros, el pueblo…” , como punto de partida para forjar su propio destino.

La Europa que nos contaron no es la Europa en la que vivimos. Durante algún tiempo se habló tanto de una Europa de los ciudadanos, que algunos pensamos que estábamos teniendo la oportunidad de asistir y participar en la construcción de algo que realmente merecía la pena. Algo asentado en valores de convivencia y de transferencia de conocimiento y de progreso personal y colectivo. Un modelo colaborativo arraigado en una tradición cívica que se pretendía recuperar con la sana y justa intención de consolidar el entendimiento y alejar el fantasma del rencor, de la anexión y de la guerra que tanta injusticia, durante tantos años, se había repartido por el Viejo Continente.

Ahora vemos que no. Vemos que los valores predominantes se cursan en papel moneda y que los activos de ciudadanía han mutado a dominación por arte y parte de unas élites voraces y disciplinadas cuyo fin primero y último es ejercer el miedo como anestesia general. Y así está ocurriendo. Asistimos a una parálisis total de voluntades. A una huida hacia el interior de la inseguridad y el sometimiento. A una imparable vuelta hacia el renacimiento de la diferencia entre clases que instala  inabarcables distancias entre personas. A una indolencia y melancolía enfermizas que parecen derivar sin remedio hacia la aceptación de ese destino impuesto y cruel.

Y esto está ocurriendo en un momento de la historia en el que el conocimiento y las capacidades del ser humano parecían  idóneas para practicar justamente lo contrario. Ahora que estamos en contacto en tiempo real. Ahora que la globalización puede usarse como oportunidad de colaboración y de reparto. De avance colectivo. De responsabilidad para con nosotros mismos y las generaciones venideras.

Sin embargo, hemos entregado las únicas armas que podían hacernos iguales. Las de la política y la democracia. Y haciendo esto hemos traicionado la sangre, el sudor y las lágrimas de tantos antepasados que lucharon para procurarnos un mundo más justo. Y ahora, por nuestra inacción y nuestra indolencia, nos volverán a pedir más sangre, más sudor y más lágrimas en un ejercicio de cinismo y dominación mientras nos convencen de que la recompensa está otra vez por venir. Ya hemos sangrado bastante, sudado suficiente  y llorado lo necesario. Nuestras vidas no son un asiento contable. Nos han hurtado los resultados colectivos a cuenta de dividendos particulares.

Algo va mal. Algo va mal cuando aceptamos ese lenguaje tramposo y corrosivo. Algo va mal cuando abandonamos la fuerza del conjunto y permitimos el expolio por la parte. Algo va mal, en fin, cuando no reaccionamos. Cuando cambiamos la participación y la exigencia por el conformismo y la contemplación del hundimiento.

Solo nuestra firme voluntad se puede oponer a esta rapiña. La suma de las firmes voluntades de ciudadanos y ciudadanas decididas a recuperar la libertad y la decisión sobre el futuro. A recuperar las calles y las voces. Sin miedo a nada ni a nadie. Sin miedo a este cuento de navidad que hemos comprado hace demasiadas navidades.

La recuperación empieza por no aceptar la situación y continúa por denunciarla a voz en grito, tomando las riendas y adoptando medidas de cooperación.  Medidas colaborativas para recuperar el sueño. “Porque soñar un sueño fue nuestro destino…” Porque solo existe, solo es real lo que antes se ha soñado.

Son tiempos de revolución. Es preciso ponerse en pié. Es urgente tomar las calles. Para llegar a cualquier sitio hay que dar, siempre, un primer paso. Seamos realistas. Pidamos, una vez más, lo imposible. Cuantas veces haga falta. Todas las veces que sea necesario. El lamento es el refugio de los cobardes. 

¡Nos vemos en las calles!