No podemos extrañarnos porque nada ha ocultado. Ni siquiera debemos poner el grito en el cielo pues sigue siendo votada (aún cuando su llegada fuese sospechosa) e incluso arrasando en sus particulares congresos. Lo que podemos hacer, lo que debemos hacer es recomponer una FSM maltrecha, herida de fuego amigo, y proponer una alternativa a la ciudadanía madrileña. Dejar de pensar que la FSM es el ombligo del Partido y trabajar con humildad y entusiasmo para ofertar progreso y servicios públicos a los madrileños. De lo contrario Esperanza (hasta el nombre le acompaña; RAE primera acepción) continuará con su fagocitosis extrema y no quedará una sola cama hospitalaria ni un pupitre que no haya que pagar para recibir una tirita o una dosis de conocimiento.
Eso sí, debemos estar preparados para cuando exija del Gobierno de España (de todos nosotros) que intervenga en la socialización de las pérdidas. Que los beneficios ya los privatiza ella al aumentar en un cuarenta por ciento el presupuesto dedicado a la gestión de los nuevos hospitales públicos de gestión privada. En lenguaje poético: esos hospitales construidos con el esfuerzo de todos los madrileños que gestionarán unos pocos como si fuesen la clínica Ruber.
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