New world order

Cada vez que oigo hablar sobre un nuevo orden mundial como escarpias se me ponen los pelos y me viene a la cabeza el secretísimo Club Bilderberg. La idea de que son unos pocos los que manejan los hilos (a través de la economía) de la política mundial para satisfacer sus personales y cada vez más ambiciosos intereses, suena, en principio, demasiado cinematográfica. Muy al estilo del tercer hombre y de todas esas historias alrededor del telón de acero y la guerra fría. Pero que algo extraño (aunque sea por novedoso) está pasando es algo que va rellenando los huecos de mi cerebro vacío. Me refiero a esa pandesconfianza (¿se puede decir así?) económico-financiera que ha pasado de lo subliminal al grito a los cuatro vientos. Si todos sabemos que hay que insuflar confianza por qué no nos fiamos de nadie. ¿Cuál es el fondo de la mierda? Lo que está claro es que hay mierda para todos. Pero ¿cómo la repartimos? ¿Por olores? ¿Por sabores? ¿En qué cantidad? ¿Puede un gobierno-estado recoger toda la mierda? ¿Deberíamos hacer una alianza antimierda recogiendo toda la mierda? ¿Qué es la mierda? ¿Cómo se clasifica? ¿Qué hacemos con ella? ¿A dónde la tiramos? ¿Ese vertedero aguantará tanta mierda? ¿Podremos luego vivir-soportar el hedor? ¿Seremos capaces de remendar tanta mierda? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas. La resignación no es la solución. Bien al contrario, la imaginación, la rebeldía y la transparencia nos sacará de aquí. Tiempo tendremos de pedir explicaciones. Eso si, tendremos que solucionar, de una vez por todas, el atasco de tuberías.