Ahora más que nunca se impone un proceso de profunda reflexión en torno a las ideas, a las ideologías. Compartimos la creencia de que la prioridad está en arremangarse, tomar decisiones y emprender acciones para superar la situación. Compartimos, asimismo, la creencia de que desde el pesimismo o el derrotismo el proceso puede hacerse interminable. Pero también desde el optimismo exacerbado podemos equivocar el camino. Instalémonos pues en un exámen realista de la situación y encaremos el futuro. Cada uno desde su sitio, desde su lugar. Pero ahora más que nunca es el tiempo de la política. De la supremacía de la política sobre cualquier otra cuestión (sobre todo económica). De rescatar la ideología y aplicarla. Me resisto a aceptar que mi presente y mi futuro dependan de unos avaros de traje gris a los que no les pongo cara porque no conozco de nada, a los que no he elegido con mi voto. No creo en Dios ni en el “mercado”, por lo que ninguna abstracción o derivado me va a solucionar nada. Creo en las personas. Y sé, porque me lo dicta la experiencia, que las hay de distinta condición, ambición e ideología. Por eso deposito mi voto a favor de las que, creo, más se acercan a mi pensamiento. Por lo que estaré a favor de medidas encaminadas a superar la crisis desde una óptica de protección y no abandono del más débil. Esta vez no voy a entender ni un solo sacrificio que siga beneficiando a las élites de siempre; ni una vuelta (cuando todo se supere) al libre-libre mercado. Así que a arremangarse y al tajo, pero sin olvidar que es la política y no otra cosa la que puede y debe sacarnos de esto. Y a vigilar para que no vuelva a ocurrir. Porque lo que ha ocurrido ha sido un error político de bulto impulsado por una ideología, y la falta de atención de otra ideología.
El Estado somos TODOS. El Mercado sólo unos POCOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario