Todo acto humano, antes de convertirse en acción, en realidad, en hecho concreto ha sido antes imaginado. Así es como funciona esto de las relaciones con la vida entre los seres pensantes. O, en plan castizo, esto es lo que hay. Pero los escenarios imaginados son tan diversos como las personas. Y la imaginación, tan fecunda en nuestros años de infancia va entrando en ocaso a medida que cumplimos años. Algunos a esto le llaman experiencia. Yo prefiero llamarle conformismo. Y no estoy dispuesto a rendirme. Voy a seguir imaginando un escenario de igualdad y de progreso. De reparto justo de lo que, juntos, conseguimos. De luchar y propiciar iguales oportunidades para crecer y ser felices. Prefiero seguir imaginando alegría a desolación y tristeza. Inclusión a exclusión. Beso a cachete. Esperanza a mal augurio. Y no estoy hablando ahora de utopía. Estoy hablando de seguir construyendo y afianzando cosas palpables y tan mundanas como la ley de dependencia, la universalidad y gratuidad de la sanidad y la educación. El derecho a un trabajo digno, sin explotación ni discriminación. Y a tantas cosas que en estos cuatro años nos hemos dado y necesitan de un mayor impulso y de todo nuestro apoyo. Hay quien quiere asustarnos para imponer un retroceso en el avance. No solo quieren frenar, quieren que volvamos hacia atrás. Que desandemos lo hasta ahora andado. Seguramente mañana los datos de empleo no serán buenos. Y volverán a la carga con la cesta de la compra. En realidad esto no les preocupa nada. A mí sí. Y a muchos millones de trabajadores y a todos los que no tienen empleo. Por eso voy a votar en conciencia. En contra de decretazos brutales que solo benefician a unos pocos. A los mismos de siempre. A favor de quien nos ha llevado a tiempos de progreso y bienestar y poseen la convicción y la imaginación de solventar los contratiempos. Nada se hace sin que antes se imagine. Ahora voy a poner todo mi esfuerzo en conseguir ese escenario de ^P.A.Z.^ imaginado.
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