viernes, 1 de agosto de 2008

Tirar la piedra y esconder la mano

Suele ser una estrategia de fondo eso de tirar la piedra y esconder la mano. Generar ruido y pedir disculpas. Conviene al recio debate que se va a generar en torno al modelo de financiación territorial en fechas próximas. Va unido a las amenazas y otros movimientos de ficha que se van vislumbrando. Siempre hay un sacrificado en aras de un objetivo perseguido.

Que la transparencia es un deber democrático debería ser una obviedad. Que las cosas hay que explicarlas bien sin importar cuantas veces haya que repetirlas, también. El estudiadamente desafortunado post del concejal Suñé ha cumplido su objetivo y evidenciado (por si a alguien le quedaba alguna duda) la potencia de la red bloguera.

El buen rollito empieza a disiparse siempre cuando nos tocan el bolsillo. Todos somos guays y nos entendemos, y nos queremos y nos intercambiamos hasta que la pasta aflora. Entonces, ¡aaamigo!, la cosa cambia.

Hacer públicas las balanzas fiscales es un ejercicio democrático. Explicar claramente su significado, también. Utilizarlas como elemento de presión es una gilipollez (engañosamente interesada) porque puede haber tantas balanzas como estrellas tiene el universo; o más. Es sabido que el dinero nunca fue democrático.

Alguien debería explicar, ¡alto y claro!, en prime time, (escribir en la pizarra como ha hecho berkelia en el post anterior con las vacaciones) las veces que haga falta que los saldos positivos o negativos de las balanzas están para eso, para cohesionar territorios, para cohesionar un Estado, un País, una Nación, un Planeta. Que estamos hablando de personas. De derechos y obligaciones. De convivencia.

Claro que siempre nos podremos ir a Marte, que hay agua, y podríamos empezar de nuevo.

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