miércoles, 14 de abril de 2010

RES- PÚBLICA


Hoy más que nunca se hace imprescindible recuperar la memoria y rescatar el modelo y los valores que alumbraron la II república, la tradición republicana en general. Principios basados en la libertad, la igualdad y la fraternidad, como rezaba el lema de la revolución francesa, que se han ido diluyendo desde hace al menos dos décadas desplazados por la voracidad de la financiarización de la vida pública y privada a los dictados del pensamiento neoconservador más rancio.


Estamos hartos de escuchar que tras la crisis ya nada volverá a ser lo mismo. Que todo cambiará necesariamente. Que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ya será imposible mantener esta estructura de crecimiento y desarrollo. Leemos y escuchamos también con cierta alarma la puesta en cuestión del estado de bienestar por su alto coste.


Tengo que confesar que siento un vértigo profundo cuando oigo estas “advertencias” o amenazas, pues mucho me temo que se trata de otra estrategia de eso que llaman los mercados para convencernos de que no existe más posibilidad que la resignación y el sacrificio, para que renunciemos voluntariamente u obligados (para el caso es lo mismo) a esas cosas que con sangre, sudor y lágrimas las generaciones que nos precedieron consiguieron para nosotros y para las generaciones futuras. Estoy hablando, como mínimo, de la sanidad y la educación públicas, universales y gratuitas. Los servicios sociales, las pensiones. También la igualdad de oportunidades, la libertad de elección, la posibilidad de construir un proyecto de vida.


Es un discurso intelectualmente facilón pero muy efectivo en tiempos como estos. Amenazas y amenazas. Peligros por doquier para luego ofrecer su mano salvadora a costa de nuestra propia vida.

La economía, el dinero, el mercado se ha apoderado de la política. Ocupa su legítimo espacio. Dicta la agenda. Los países soberanos cada vez son menos soberanos, pues cada vez pierden más capacidad de decisión en la mejora de vida de sus ciudadanos por cuanto todo está condicionado por la estabilidad económica que a su vez depende del capricho y la voracidad de los mercados.


Por eso hoy más que nunca se hace imprescindible rescatar valores como el del trabajo y ponerlo urgentemente al servicio de todos los ciudadanos. Nos estamos convirtiendo en un mundo de rentistas. Y no digo ya los grandes capitales, que siempre lo fueron, me refiero también al ciudadano medio que ahorra con esfuerzo y pone ese dinero en manos de fondos especulativos con la promesa de un beneficio que raya en la usura. Esta rueda financiera especulativa (por virtual, por ficticia, por no cierta) dejó de rodar para la gran mayoría de nosotros.

Debemos rescatar el valor del trabajo como elemento fundamental de desarrollo. Como el principal baluarte de un crecimiento sostenible. Como estandarte de la dignidad humana.


Hoy más que nunca debemos saludar a la república como acto de futuro. No con la nostalgia de lo que pudo haber sido. Sino con la certeza de lo que puede ser.

Viva la res-pública. Recuperemos los valores de la tradición republicana.

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