Dear B.:
Definitivamente vivimos un momento que debiera ser de cambio. Los pasos que están dando los gobiernos de corte anglosajón seguramente son coyunturales y engañosos, esto es, señor ciudadano voy a utilizar su dinero para salvar su puesto de trabajo (en el mejor de los casos), y luego volveremos a ese mundo feliz donde los de siempre, que ahora están callados pero expectantes, recuperarán su estatus que no han perdido nunca. Y volveremos a aceptarlo. Con resignación cristiana o luterana, pero con resignación.
Yo me resisto a esto. Pienso que sería un buen momento para abundar en la utopía. En lo que nos hizo avanzar y progresar. Un momento ideal para un nuevo paradigma. Para un cambio.
Digo esto B., porque me ha producido un pequeño shock mental la noticia de la quiebra de GM (Buenafuente se ha quedado sin Hummer), el gigante de Detroit, el estandarte del capitalismo, de la segunda ola, de yo fabrico y tú me compras. Tito Obama ha intervenido ahí (como en muchas otras cosas, ¿rojillo el tipo?) con los Benjamín Franklin de curso legal para salvar puestos de trabajo y economías familiares; proyectos de vida. Pero si esto, como las perras a los bancos (y las que vengan) se queda en eso, en amortiguar el golpe para continuar, luego, hacia la misma huída, será una tomadura de pelo.
Si no abrimos un profundo debate sobre el modelo de gestión, los equilibrios, el reparto del progreso, el modelo de progreso mismo…, no habrá servido de nada. No habremos aprendido nada. Se seguirán riendo tras sus panzas, chisteras y puros. Y entonces sí que podría liarse parda, sí que debería liarse parda. Si al final van a ser los mismos los que retomen con sus mismas recetas y prácticas el timón, más hubiese valido dejar caer a todos los bancos, todas las grandes corporaciones; engrosar una lista de varios miles de millones de parados y ver qué pasaba.
¿Qué no?
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