Y ahora a ser buenos de nuevo exageradamente. A desearnos paz y amor vía mail, móvil, y en los pasillos del Carrefour. A sonreir con turrón entre los dientes. A no meterse con nadie. A hacer una lista de buenos deseos y a colapsar la red de powerpoints ñoños. A acordarnos de los que pasan frío y comen poco o nada. Es lo que toca cada año cuando el Corte Inglés da el pistoletazo; que a la vuelta de dos semanas ya podremos enfadarnos sin remordimiento y sin peligro de excomunión.
Sean felices, pero no porque sea ahora, sean felices siempre.
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