Y ahora vendrán las disculpas, las explicaciones. Las justificaciones a lo injustificable. Y habrá un mar de facts y comentarios en las redes sociales (y así deber ser, y eso está bien). Y cada cual, y cada quién, se posicionará al respecto (ya lo estoy haciendo yo ahora). Pero ni es casualidad ni es otra salida de tono más. El señor Sostres (como Dragó), si de señor tiene algo (como Dragó), ha venido a corroborar un pensamiento (que es doctrina), una actitud ante la vida: la de la supremacía (por la gracia de Dios y del dinero) del varón, blanco, católico y de derechas sobre todos los demás, pero sobre todo de las mujeres, los inmigrantes, los pobres y la horda roja (léase socialismo).
Y esto viene ocurriendo, y viene calando, desde hace mucho, mucho tiempo. Desde hace muchos, muchos años. Y es de un peligro que asusta. Porque ahora que las estamos pasando canutas, que vivimos en esta crisis instalada, que tenemos un cabreo del quince con los gobiernos (que aunque no sean los artífices de la situación , son los responsables, no los únicos, peros si los principales de salir de ella), es muy fácil que cale el discurso homófobo y populista que centra la causa de los males en "el otro".
Y esto me causa un escalofrío frío, friísimo. De un frío que hiela. Porque imagino que si esta es la actitud que tienen ahora, cual será si estuviesen gobernando. Y si dejamos que este discurso rancio, homófobo, autoritario, discriminatorio siga calando sin más, corremos un gran riesgo. Ejemplos tenemos en toda Europa. El último el avance de la ultraderecha en Suecia (paradigma de la libertad y el bienestar).
Y sobre todo, no callarnos nunca ante actitudes como estas. No permitir que se salgan con la suya. Hay mucho en juego. Nos va la vida en ello.
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