viernes, 18 de septiembre de 2009

Re: Independencia



Dear B.:
Todos queremos ser independientes. Durante la infancia queremos sostener el biberón con nuestras propias manos. En la adolescencia acotamos nuestro dormitorio, como cosa propia y privadísima, alejándolo del lugar común que es el resto de la casa. Luego soñamos con abandonar el abrigo de los progenitores y vivir por “nuestra cuenta”, autónomos e independientes, es decir, sin tener que dar explicaciones (eso pensamos) a nadie, ni rendir cuentas de nada. Más tarde incluso queremos volver a ser independientes y nos divorciamos. En fin, yo creo que forma parte de la naturaleza. Queremos estar en un proyecto común pero lo vamos acotando en parcelas menores, en ámbitos más cercanos (el estado, la región, la provincia, la ciudad, el pueblo, el barrio…) para tener “el control”. Forma parte de la propia autonomía personal. Y esto ocurre en lo político (que no es otra cosa que la vida misma). Otra cuestión (también legítima siempre que se ejerza dentro de las reglas que nos hemos dado) es el uso (fíjate que digo uso y no reivindicación) partidista de las identidades. El coste o ingreso de oportunidad para obtener un rédito político de partido. Pero este es el juego de la democracia. Independiente significa autónomo. Y esto es lo que todos perseguimos a lo largo de nuestra vida. Ser libres, que nadie nos pueda explotar. Ni siquiera el propio Estado o la Comunidad Autónoma. Otra cosa es que nuestro bienestar, nuestro progreso dependa de un modelo político concreto. Algunos intentamos construir una Europa unida en lo político y en lo social, no solo en lo económico. Aquí es donde me cuesta un poco más entender si esto se consigue mejor o peor segregándome del Estado al que pertenezco. Los partidos deberían pensar un poco más en los ciudadanos y no en su estructura endogámica. Pero también entiendo que el sentido de algunos partidos, su supervivencia depende de amagos independentistas.

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