A lo largo de nuestra vida nos marcamos diferentes objetivos y ponemos todo nuestro empeño y nuestro esfuerzo en conseguirlos. No todo se consigue ni todas las cosas se consiguen al primer intento, entre otras cosas porque su alcance no siempre depende de nosotros mismos, y en ocasiones influyen factores subjetivos (que seguramente son irremediablemente imprescindibles) a la hora de elegir y priorizar o impulsar este o aquel proyecto, esta o aquella candidatura. Ocurre con frecuencia en el mundo del deporte y la cultura, con los mundiales o las olimpiadas, con la designación de capitalidad cultural. Con tantas cosas...
Ha pasado el tiempo suficiente como para reflexionar después de la natural decepción extremeña en su puja por la capitalidad europea de la cultura en 2016 para Cáceres. No pudo ser y no pasa nada. Cáceres 2016 se convirtió en un proyecto de ciudadanía y, como tal, no puede morir en ningún intento. Por más que algunos agoreros alimenten el sentimiento trágico de la vida, y algunos oportunistas quieran hacer política de patio de colegio.
El hecho relevante es que el Consorcio Cáceres 2016 se reconvierte pero continúa con el proyecto de ciudadanía, con la aspiración verdadera: la de ser referente cultural, la de ser una ciudad de innovación. Se reconvierte porque no tiene ya ningún sentido limitar un proyecto en el propio nombre (2016). Pero sobre todo porque el horizonte trasciende a una fecha en el calendario y reafirma su vocación de permanencia.
Personalmente es una de las mejores noticias que he podido leer en la prensa en estos últimos días. Colectivamente será un logro de progreso, un deseo expreso de posicionamiento en torno a una marca de cultura e innovación (cultura+innovación= Cáceres). Un abrazo a la cultura.
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