A veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Esta paremia
se usa con frecuencia para alertarnos de que, en muchas ocasiones, volcar
nuestra atención en el detalle nos impide observar y, por tanto, analizar un
problema en su conjunto. Vivimos tiempos complejos, porque así los hemos hecho,
que, en mi opinión, requieren actuaciones más bien simples, valientes, directas
y contundentes. Ya está bien de marear la perdiz. De envolver la mala fe y la
intención en celofanes interesados, cargados de ideología disfrazada. Cada
medida, cada acción que este gobierno pone encima del BOE tiene una finalidad
meticulosamente calculada y planificada desde hace décadas: desmantelar el
frágil sistema de igualdad de oportunidades, el acceso universal a unos
servicios, a unos deberes y unos derechos que, por naturaleza, nos pertenecen a
todos los seres humanos.
Ha emergido una realidad escondida de la globalización que es
ya plenamente visible. Millones de personas que carecen, porque se les ha desposeído, de todo anclaje de
estabilidad. Desempleados y trabajadores que se encuentran en situación de
precariedad prolongada a consecuencia de su bajo nivel de ingresos y con una
desoladora incertidumbre sobre su futuro laboral y vital; compartiendo ira y
desencanto, ansiedad y alienación.
Esto que se identificó primero en los jóvenes, los más y
mejor preparados de nuestra historia, con su manifiesta desafección por una
clase política que no supo dar respuesta a sus expectativas laborales y
vitales, ha entrado ya de lleno en una población adulta desempleada,
empobrecida y de cierto futuro incierto. Y amenaza con instalarse
definitivamente si no somos capaces de rearmar nuestra voluntad y nuestra
conciencia de recuperar la dignidad perdida.
Corremos el peligro de ser, de nuevo, abono y pasto de
oportunismos, populismos y extremismos de nefastas consecuencias. No hay más
que asomarse a la historia.
Vivimos tiempos complejos que requieren actuaciones simples,
claras, contundentes. No callar, no asentir, no temer, no transigir. Reaccionar
una sola y definitiva vez para tomar las riendas de la proacción. Ya sé que
esto requiere mucho esfuerzo. Pero estoy convencido de que no necesita mayor
esfuerzo que el que, para hundirnos, han
empleado los que nos han hundido. ¡Y miren qué bien les ha ido!
Unos pocos decidieron hace tiempo quedarse con todo. Los que
somos más tenemos el deber de recuperarlo y distribuirlo. Las alarmas están
encendidas. No permitamos que los árboles no nos dejen ver el bosque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario