
El trabajo de gurú se remunera por el asesoramiento visionario y magistral que aporta a la empresa, organismo o comunidad para la que piensa y anticipa los futuros. A veces esa anticipación de futuros nos sumergen en desaceleraciones aceleradas, desajustes, pánicos y recelos financieros y hasta especulaciones brutales. Creo, en parte, que esta es la herencia que nos ha dejado el que posiblemente fue-sea-será el mayor gurú económico de la historia conocida: mister Alan Greenspan. Se dice que Alan hizo ojo gordo a las subprime para alegrar el mercado, sin calcular demasiado las consecuencias. Se dice también que decía mister Greenspan que él estaba mejor callado porque cualquier palabra suya podía disparar las bolsas mundiales o hundirlas en la miseria. En esto llevaba razón. A él le pagaban por pensar…, y por estarse callado.
No parece así que ocurra lo mismo con nuestro european gurú: mister Jean-Claude Trichet, el fustigador de la inflación. Trichet se está aficionando a pregonar las subidas de los tipos de interés hasta con veinte días de anticipación para que nos dé tiempo a interiorizarlas y hacerlas nuestras. Y de paso para que los dueños del euribor lo suban con consistencia varias veces en ese lapso de tiempo y nuestras viviendas sean cada día un poquito más de los bancos.
Me estoy pensando dejar mi casa con su hipotequita a la Caja que es su dueña y mudarme a un hotelito rural (me saldría más barato). ¿Os imagináis que devolvemos todos de golpe nuestras viviendas hipotecadas a sus legítimos dueños? A lo mejor bajaban los tipos (de interés).
Pues eso que a los gurús debían pagarles por pensar, sí…, y por estar calladitos.
P.D. La foto se la “pedí” a trisidents.blogspot.com